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LA COLUMNA ROTA: Hazel, el feminicidio de una joven enterrado por el sismo de la impunidad

POR: / 3 de octubre de 2017

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Hazel; un feminicidio enterrado por el sismo de la indolencia

 

LA COLUMNA ROTA/ FRIDAGUERRERA VILLALVAZO

Ese 4 de septiembre de 2017, Anita jamás imaginó que sería la última vez que vería a Hazel, su hija de veinte años, cuando regresaba de trabajar la encontró en el camino que conduce a su casa en Axochiapan, Morelos, las calles ahí son de tierra, aún rodeadas de milpas y viviendas todavía construidas con la confianza de que no entrará nadie a robarte.

Ana Ortega, madre de Hazel, aún recuerda las palabras que le dijo ese 4 de septiembre; eran como las seis de la tarde: “Mami voy a hacer mi tarea al internet del centro”.

Ana.-  “Ay, qué bonito se te ve tu pelo, ya te está creciendo; ese día se le veía su cabello muy diferente, estaba arreglada igual que todos los días, pero ese día el cabello le brillaba, le tome el pelo, parecía como si irradiara luz”.

Anita rememora que le pidió que no tardara porque ya venía el agua, haciéndole saber que la esperarían cuando terminara en el parque donde siempre, ya que Luis Dávila, padre de Hazel, y Anita tenían reunión de matrimonios; ese fue el último momento en que pasando la barranca la vio; Hazel todavía se detuvo y en medio del camino le dijo: “Má, le das de comer a mi perrito”.

Unas horas antes, Luis, su padre, estuvo con ella; “yo también la vi diferente, exactamente, así como dice mi esposa, como brillante”; también a su papá le encargó a Pirata, su perrito.

Hazel Dávila Ortega nació el 23 de diciembre de 1996, en Axochiapan, en el  estado de Morelos, era la menor de tres hermanas, estaba estudiando Ingeniería Industrial, pero le costaba trabajo por lo que se salió y empezó a estudiar Contaduría y Administración, quería ser contadora; además le gustaba mucho jugar futbol, tenía un grupo de amigas con las que compartía esa pasión por el juego; Hazel, al igual que sus hermanas, sabía sembrar, recientemente sembró elotes, pápalo, sabía trabajar, venía de una familia que había hecho mucho por salir adelante; casi no le gustaba tomarse fotografías; era la bebé de la casa, Miley, su hermana, trae a su mente cuando le prometió a “Chelita”, así le decía de cariño, que le compraría su anillo cuando se graduara como contadora.

El 4 de septiembre de 2017, cuando los padres de Hazel salieron de su reunión, no la vieron en el parque; de inmediato se trasladaron a su casa, no estaba, desde el primer momento su padre inició la búsqueda, le pidió a la policía que le ayudarán a buscarla, los policías le dijeron  que no podían poner la denuncia, “qué tal si anda con el novio”; Luis llegó a las cuatro de la mañana del ya 5 de septiembre, derrotado, exhausto, no encontraba a Hazel, ambos se hicieron una promesa; hasta por debajo de las piedras la iban a buscar.

El 5 de septiembre le tomaron la denuncia a Luis, solo le entregaron como ficha de desaparición la foto de su hija con sus datos escritos a mano; de esa manera Luis siguió buscando a su pequeña, a la bebé de su familia, a Chelita; el corazón de Anita, esa mujer que no mide más de uno cincuenta metros de estatura, se desbordaba de dolor, Anita tenía un presentimiento no bueno; los ojos no se cerraron, no podía dormir sin saber dónde estaba Hazel; recibieron dos llamadas al celular de Luis, una les hacía saber que la habían visto caminar con un hombre joven, otra que la vieron sentada fuera de una tienda y que un sujeto mayor se acercó a ella; otra vez la incertidumbre, las miles de dudas, ¿Dónde estás? ¿Con quién estás?, ¿estás bien?

El 6 de septiembre, el cuerpo de una mujer fue encontrado en una barranca; la misma barranca donde Ana y Luis se conocieron hace 27 años, paradójicamente, como si quienes asesinaron a Hazel conocieran ese hecho, Ana vio su cuerpo ahí, no la dejaban pasar, pero la vio en medio de un río, un charco de agua que envolvía a su pequeña.

Hazel fue encontrada en un charco de agua en Axochiapan, ese lugar hermoso que la vio nacer; la familia no sabe quién pudo asesinarla, los cuestionamientos, ¿por qué?, ¿quién?, las respuestas que la mayoría no comprende; ella no era mala, ella era nuestra bebé.

Hazel era una chica como tú, tenía 20 años; recorrimos 137 kilómetros para llegar a casa de Hazel, en medio del dolor, de un sismo reciente que azotó Morelos, la Ciudad de México y Puebla, un sismo que no dejaba espacio para Hazel, quien fue enterrada en medio del dolor, de la contingencia, de la indiferencia gubernamental y social.

El 2 de octubre 2017, Ana, del otro lado de la línea telefónica, está desconsolada, recuerda y piensa en su hija, la necesita, la extraña; las autoridades no les han dado acceso a la carpeta de investigación, les fueron entregadas sus ropas, esas que olían a mierda, ropas que no investigaron, que no inspeccionaron para encontrar huellas que les dijeran quién o quienes fueron responsables de tan atroz crimen.

¿Qué le dices a unos padres atrapados por el dolor? ¿Quién tiene una guía del buen periodista que te dice cómo preguntarle al sufrimiento, qué siente, cómo está?

Sentada una vez más frente a mi teclado, indago, busco cómo expresar la rabia, la impotencia de una familia que hoy necesita a su bebé; Ana Karen, Miley, Ana, Luis, Pirata, la perrita que días antes llego a la familia de Hazel regalada por su amiga Tania, necesitan saber qué pasó, ¿quién en medio de la impunidad asesinó a Hazel?, ¿quién sin miramiento alguno la dejó ahí abandonada en medio de la soledad,? del silencio que cómplice abrazo el cuerpo de una chica de veinte años; de una joven mujer que hoy nos invitó un elote tierno de su cosecha para comer.; quien fue brutalmente asesinada y que dejó una familia rota, un familia que hoy busca justicia.

Lo más grave de la vida arrancada de Hazel, es que fue sepultada con el dolor de una contingencia nacional, Hazel nos dio unas hojas de pápalo para comer con su familia, un elote tierno que compartió con nosotros cuando acudimos a su casa, a sentirla, vibrarla y tratar de hacer extensivo esté grito de dolor.

Ana no encuentra consuelo, Luis lleno de culpas, sigue buscando, indagando qué pudo haber pasado, hoy el trago amargo en un Morelos aplastado, ignorado, un estado lleno de gritos de desesperanza que opacan el sufrimiento de una familia que solo está buscando justicia por su hija asesinada, sepultada en cientos de escombros sociales y gubernamentales, aplastada por el desastre natural para esté México de la impunidad llamado; Feminicidio.

Quieres contar una historia de feminicidio, desaparición, o intento de feminicidio búscame, ayúdame a visualizarlas.

@FridaGuerrera

 

 

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