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Guadalupe y Juan cambiaron por Estephany y Giovanni, los nombres de moda

POR: / 15 de agosto de 2017

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TLALNEPANTLA, Méx.- 15 DE AGOSTO DE 2017.- ¿Y tú, cómo te llamas? Desde la Conquista hasta nuestros días los nombres de pila han evolucionado en nuestro país.

En la primera mitad del siglo XX los nombres eran dictados por el santoral católico, entre 1950 y 1979 predominó poner el nombre del padre o el abuelo al hijo y desde la década de los 80’s los nombres obedecen a la moda.

Los nombres no siempre gustan a todos. En los últimos dos años, dos mil 115 personas solicitaron al Registro Civil cambiar su nombre por diversas razones, entre ellas el bullying que sufrían, causas sociales o simplemente porque no les gustaba.

Mauricio Noguez Ortiz, director del Registro Civil del Estado de México, relata que entre los nombres cuyo cambio fue autorizado están Blanca Nieves, Rocky, Erculana, María Coluchi, Fiona, Sony, Karol Josef Wojtyla, Epafrodito, Crixus Abraxas, Aholibama, Zitzit o Anfhony Kevin.

“De Guadalupe y Juan a Estephany y Giovanni. En un siglo, el imaginario simbólico mexicano ha cambiado. Antiguas tradiciones de nombrar a los hijos según el santo del día en que nacían, y de ponerlos bajo las advocaciones de la Virgen María y el Sagrado Corazón, se han visto sustituidas ¡sobre todo a partir de la última década del siglo XX! Por el imaginario industrial de la televisión, el cine y el futbol. Cambio de imaginarios, modificaciones de la religiosidad, prestigio del cine extranjero. Este México nuestro”.

Así lo describió Luis Fernando Lara, miembro del Colegio de México, en el prólogo del libro “Un siglo de nombres de pila en Tlalnepantla de Baz. Estudio lexicológico y sociolingüístico”, de Yolanda Guillermina López Franco, editado por la UNAM en el 2011.

López Franco, académica de la FES Acatlán y autora del citado libro, asegura: “Los nombres de pila son un patrimonio vivo, son parte de la lengua, palabras de la lengua que además forman parte de nuestra identidad, uno aprende a saber quién es por la manera como lo llaman, pero no nada más es identidad individual sino también colectiva”.

Añade: “Los nombres que se usan en México no son los mismos que se usan en otras regiones de nuestro país y en otros países no se diga. Si uno piensa en las advocaciones de la Virgen María, las que se usan en España no son las que se usan en México, algunas son comunes pero otras no. Entonces tiene que ver también con la identidad cultural, identidad de la comunidad específica a la que se refiere y además con el tiempo. No sólo está ligado a un lugar, a un espacio, entra también dentro de la biometología, en ese sentido”.

López Franco investigó durante tres años y revisó más de seis mil actas de nacimiento del Registro Civil número 1 de Tlalnepantla, entre 1901 y el 2000.

Durante el siglo XX los nombres de mujeres más comunes en Tlalnepantla fueron María, Guadalupe, María Guadalupe, Alejandra y María del Carmen, en tanto que en hombres fueron Alejandro, Antonio, Eduardo y José (empatados), Jesús y Manuel.

La académica aclara que los nombres de pila no son los mismos en las distintas regiones del país, aunque Tlalnepantla tiene rasgos muy parecidos a los de la ciudad de México y municipios conurbados.

Afirma de la década de los 80’s al 2000 la moda dictó los nombres de los tlalnepantlenses, tendencia que al parecer continúa, lo que no quiere decir que los niños tengan solamente nombres de la televisión, el cine o el deporte, sino que toman nombres que simplemente se ponen de moda en determinada época, como por ejemplo Nayeli, de origen zapoteco.

“A partir de los 80s y hasta nuestros días, lo que predomina es el fenómeno social de la moda. Uno tiende a pensar que los nombres de pila que se escogen actualmente tienen que ver con los medios de comunicación masiva.  No es tanto esto, es más bien una influencia de la globalización, una influencia general. Es muy raro cuando uno puede ver un nombre que se vuelve realmente popular a raíz por ejemplo de una telenovela”, dice.

Explica que el nombre de Yesenia, creado para una telenovela, fue puesto a una generación de mujeres “pero no hay tantas”, mientras que en 1970 sólo un niño de Tlalnepantla fue nombrado como Edson, año en que se efectuó el mundial de futbol en México y la estrella fue “Pelé”.

Destaca que existen muy pocos remanentes de lenguas indígenas, las cuales se utilizan más en nombres femeninos que en masculinos, además de que también contabilizó nombres creados por los padres.

“La mayor parte de los nombres, a lo largo de todo el siglo, está en español. Entonces no hay riesgo inminente de que el español sea desplazado por el inglés o cualquier otra lengua extranjera”, detalla.

Añade: “En segundo lugar, existen muy pocos remanentes de lenguas indígenas, sobre todo en los nombres femeninos. Por ejemplo hay en náhuatl, en purépecha, maya yucateco, pero más bien están ligados a un nombre específico que se puso de moda, por ejemplo Nayeli, que Nayeli es en zapoteco y no es que los nombres de pila zapotecos se hayan puesto de moda, sino que el nombre de Nayeli se puso de moda. O en los masculinos son muchísimos más raros y son nada más en náhuatl, Tonatiuh Nezahualcóyotl, Ehécatl, pero son muy pocos realmente”.

Indica que “hay una serie de nombres que no están registrados en ningún lado, que de pronto se pueden encontrar en algunas otras comunidades hispánicas. Hay posibilidades de creación, por ejemplo”.

Relata: “Hay un niño que se llama Dantonuel y suena como nombre bíblico, entonces va uno y busca y no aparece por ningún lado. Cuando uno ve el acta de nacimiento se da uno cuenta de que el padre se llama Daniel, el abuelo paterno Antonio y el abuelo materno Manuel, entonces hicieron una síncopa de tres nombres distintos que para el español suena plausible, o sea es un nombre bien formado, pero que creó la pareja que le puso el nombre al hijo. Patvic, síncope de Patricia y Víctor”.

Asegura que en la primera mitad del siglo XX se respetó concienzudamente la tradición de atribuir al niño el nombre del santo festejado el día del nacimiento, en tanto que de 1950 a 1970 predominó el que los niños recibieran el nombre del padre o del abuelo.

López Franco expresa que se utilizaron 26 lenguas en los nombres femeninos y 18 en los masculinos, aunque la mayor parte de los nombres son en español, por lo que no hay riesgo de que nuestro idioma sea desplazado por otro.

A pesar de que la moda predomina en los nombres actuales, el de Guadalupe siempre ha estado en los primeros cinco lugares en mujeres, al igual que en hombres Alejandro y Manuel.

“Una de las enseñanzas mayores de esta investigación es que la atribución del nombre de pila no es caótica, sino que su selección es un hecho lingüístico  que obedece a múltiples factores, como el apego o el distanciamiento del modelo tradicional que sirve de referencia, del fenómeno de la moda, así como la historia personal de quienes participan en el acto de habla de dar nombre a un hijo. Esto es lo que se conoce como el proyecto parental”, señala López Franco en su libro

Agrega: “La selección se produce dentro de márgenes lo suficientemente amplios en la actualidad, como para que los otorgantes tengan un sentimiento de gran libertad. Sin embargo, esos límites existen y corresponden a una norma lingüística no siempre codificada, pero específica de una comunidad de hablantes determinada, propia de un momento preciso. Estos parámetros son los que moldean la imagen colectiva asociada con un nombre en particular, su percepción y lo que socialmente se considera como eufónico y deseable para una época”.

A su vez, Noguez Ortiz advierte: “Hay una decisión absoluta de ponerle a nuestro hijos como queramos. No podemos prohibir, no hay manera. Lo que si podemos hacer, los jueces del Registro Civil, es sugerir, aconsejar, concientizar y corregir. Les sugeriría que pensemos la importancia que representa el nombre desde que nacemos hasta que morimos; el nombre lleva una carga emocional ya de suyo y si te llamas de ‘x’ manera ese nombre va generar en ti circunstancias sicológicas, de carácter importantes en tu vida diaria, esa es la trascendencia de tu nombre”.

Desde hace cuatro años el Estado de México registra entre 300 mil y 330 mil nacimientos al año. En contraste, mueren entre 70 mil y 72 mil personas anualmente.

Noguez Ortiz destaca que actualmente los nombres más comunes de niñas son María Guadalupe, María Fernanda, Mia, Britany o Britney, y en niños son Brayan, Brandon, Kevin o Íker.

El director del Registro Civil del Estado de México expresa que antes del 2014 cambiar de nombre en la entidad requería solicitarlo a un juzgado y tardaba unos tres meses, en tanto que ahora es trámite administrativo, inmediato y gratuito, a través de solicitud al Consejo Dictaminador de la institución.

“Muchas ocasiones los padres nos piden que quede el nombre como lo escucharon y entonces el Britany puede llevar muchas variantes y entonces nos queda, además de algo raro, algo difícil de escribir. Es absolutamente respetable, nosotros ni nos burlamos ni nada, pero si le vas a poner Britany, por lo menos que esté bien escrito, como está en el país de origen», afirma.

Explica: “Tuvimos un caso de un niño que le pusieron Pool, si escribes el nombre correcto es Paul, pero los papás le pusieron como lo escucharon Pool, entonces eso ya no es Paul, eso ya es alberca, entonces era el niño alberca. Así lo escuchaban los papás, para ellos era correcto, lo que les decimos, si quieren ese nombre, por lo menos que esté bien escrito”.

López Franco menciona que nombrar a las personas “es un fenómeno muy amplio, muy rico, que toca todos los niveles de descripción de la lengua, desde fonética y fonología, ortografía, semántica, sintaxis, de todo”.

Concluye: “Además, el fenómeno del nombre propio tiene que ver también con  otras disciplinas como la antropología, la sicología, incluso hasta el mercadeo, porque cuando se hacen estudios de mercado a veces se ven los nombres de las personas que viven en determinada colonia, para tener una idea aproximada de la edad. Hay muchas disciplinas, por supuesto la historia, que confluyen en el estudio de los nombres propios, la onomástica y en particular de los antropónimos, los nombres de personas”.

 

 

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