Pasaron las primeras semanas de la contienda por la gubernatura del Estado de México y los dos candidatos que al principio lucían más fuertes, ahora mismo están pasando graves problemas.
Alfredo del Mazo Maza, del PRI, y Josefina Vázquez Mota, del PAN, no logran superar la mala imagen que arrastran desde antes de ser designados por su partidos.
El junior de Atlacomulco, lejos de fortalecer su muy cuestionada candidatura por sus orígenes familiares, se ha mostrado errático en la designación de su equipo de campaña y sin argumentos para superar el lastre histórico de sus apellidos.
Aun no inicia formalmente la campaña proselitista y Del Mazo ya lleva dos coordinadores generales de campaña y tres encargados de comunicación social, distintos.
Mientras tanto, a nivel social crece el rechazo hacia su persona a tal grado que ya hay focos rojos prendidos en Los Pinos donde, obligados por este escenario, se tomó la decisión de asumir el control de la operación electoral en el Edomex.
No es exagerado decir que la cúpula priista hará lo que sea para ganar esta elección, por las buenas o por las malas.
Por eso el gobierno se ha volcado en los últimos días con toda su capacidad y recursos a la compra del voto de los mexiquenses. Tarjetas, tinacos, despensas, medicamentos, boletos de cine y dinero a raudales están circulando en estos días en los pueblos y colonias de mayor marginación social de la entidad.
El primo de Peña Nieto sabe perfectamente que su única salvación es capitalizar la miseria de millones de personas que aun se dejan manipular políticamente a cambio de las migajas del multimillonario botín que es el Estado de México para el Grupo Atlacomulco.
Pese a todo lo dicho, empieza verse cierta desesperación en los cuadros priistas. Los operadores a nivel de tierra no están encontrado a la gente a modo como antes, temen que a pesar de todos los ‘apoyos’ que están entregando, los electores terminen votando en contra del PRI.
Esto nadie me lo ha informado, lo veo yo mismo que me muevo a nivel de piso, sucede en mis alrededores y en mi propia familia.
Por su parte Josefina Vázquez Mota va en picada. No sale de un escándalo cuando ya está en otro. No terminó de explicar el destino de los 900 millones de pesos que su fundación recibió del gobierno federal, cuando éste mismo ya había filtrado a los medios que sus familiares son investigados por lavado de dinero.
Al igual que Alfredo del Mazo, no ha podido hacer click con los mexiquenses. Quizá porque al igual que el priista, proviene de la burbuja de los privilegiados, de los que nunca se han subido al transporte público ni han sufrido asaltos, pues toda su vida no han ido a ningún lado sin escoltas y carros blindados.
Los que eran punteros están en crisis, tanto que ya fueron alcanzados y probablemente rebasados por una maestra que hace cinco años no tenía nada que ver con la política, la candidata de Morena, Delfina Gómez Álvarez.
La texcocana ha sabido aprovechar la fuerza social que tiene en este momento Andrés Manuel López Obrador para meterse de lleno a la contienda por la gubernatura, pero vienen los momentos más duros de la campaña y ahí se verá si tiene los tamaños para convencer a los mexiquenses y al mismo tiempo de aguantar la embestida de todo el aparato político del Grupo Atlacomulco.
Más atrás está Juan Zepeda, para muchos el mejor candidato de los cuatro, pero que se ha quedado atrapado en los conflictos y escándalos internos de su partido, que le restan visibilidad como candidato.
Del petista Oscar González Yáñez no hay nada que decir, ya hizo la mitad de su chamba al romper la alianza de su partido con el PRD y de aquí en adelante solo queda esperar el momento en que declinará a favor de Del Mazo, porque para eso fue contratado en este show, para jugar el papel de mercenario y patiño, por el que será bien pagado.
Este es el escenario de arranque de las campañas formales, viene la etapa de la imagen, los mensajes, las propuestas y la mercadotecnia; algunos candidatos no lo saben, pero aquí se juegan su última carta.
Las giras, los mítines y los discursos son productos caducos, ahora se tiene que vender y ya veremos quién lo hace mejor.
PUNTO Y APARTE.
Todos los periodistas sufrimos con el asesinato de la compañera Miroslava Breach, todos sentimos un poco más de miedo de trabajar en este país donde siguen muriendo informadores por hacer su labor.
El estado falla al no poder (quizá querer) garantizar la seguridad de los periodistas y de nadie en realidad. Eso da miedo y me pregunto cuántas cosas no se dirán por miedo de aquí en adelante.
Descanse en paz Miroslava Breach.