Aunque estuvo prófugo, Óscar siempre lucia aseado y perfumado, mantenía su voz aguda afeminada, pero imponía su físico, este asesino serial empezó su carrera criminal cuando aún era menor de edad, al asesinar a su padre.
Obsesivo y enamorado, a lo largo de poco más de una década dejó al menos seis cadáveres que aún la Fiscalía trata de reconstruir, él narra que ha matado a dos hombres, además, cuatro mujeres desde 2006.
El siniestro historial del «Monstruo de Toluca» pasó desaparecido durante casi doce años, según ha confesado el propio hombre de 28 años de edad, que dice amar a sus tres perros y una gata, piezas claves para su arresto, se inició matando a su papá.
Su captura realizada en la colonia Cascos de Santo Tomás en la Ciudad de México en las inmediaciones del Politécnico Nacional, mientras comía una torta se dio tras una investigación por el asesinato de tres mujeres.
El estudiante de Psicología en el UNITEC que logró escabullirse de las autoridades por unas cinco semanas, advierte «le fascinó matar», vive sin remordimientos por lo que hizo y lo disfrutaba desde que empezó.
El detenido que ahora se encuentra en el penal de Santiaguito en el municipio mexiquense de Almoloya de Juárez confesó los homicidios que cometió en el Valle de Toluca, «nunca supieron que fui yo», alardeaba.
La historia de terror
El caso de Óscar escandalizó no solo a una ciudad, la más feminicida de toda la entidad, sino a todo un país, después de matar y convivir a sangre fría con los cuerpos de sus víctimas en su casa en Villas Santín.
Sin embargo, antes acabó con la vida de su progenitor cuando solo tenía 16 años de edad, según los relatos al que este medio a tenido acceso, narraba que la sociedad es un asco, mientras enaltecía su inteligencia.
En su confesión describe como mató a Tomás, papá de una de las mujeres que habría asesinado, recuerda el hombre que aprendió la técnica Israelí de Krav Maga para cometer sus ilícitos, a casi todas las estranguló.
Era lunes 10 de septiembre de 2012, salió de su casa para buscar a una chica que conoció en la preparatoria ubicada en Otzolotepec, al llegar a la vivienda de Monica, la amenazó con un cuchillo pero logró escapar.
Ese día, decidió ingresar a la vivienda a su pasó se topó con el padre de la joven, a quien atacó con el puñal que llevaba, luego encontró un hacha y terminó por cometer el crimen, desayunó en el lugar con el cadáver.
Mientras aguardaba por la chica, recorrió cada rincón del inmueble, tomó un vaso de café hasta que la mujer regresó de trabajar para someterla, después la secuestró y tuvo cautiva por más de dos semanas en Villas Santin.
Cuenta que la mató a golpes dos días antes de su cumpleaños, metió su cuerpo en unas cajas y envolvió, lo traslado en un taxi a la colonia El Mirador en Huixquiluca donde arrojó a una barranca frente a una gasolinera.
Presume que nadie sospechaba que él cometió esos homicidios, mientras, se escondía de la justicia pedía que sus canes Gronda, Petra y Demona así como su minino Paz no fueran maltratados y comieran.
La casa del terror
Por un tiempo, vivió de lo que su madre le daba, además, le gustaba ahorrar tanto que le sirvió para esconderse por más de un mes, en el Fraccionamiento Santin lo miraban a diario pero con pocos tenía una conversación.
Jessica Guadalupe fue su última víctima, incluso no logró anotar en su cuaderno al sentirse acorralado y escapó antes de un cateo, en ese domicilio ubicado en la calle Ponciano Díaz encontraron también a Adriana y Martha Patricia.
Asegura cometió el asesinato solo un día después de mantener cautiva a la joven, además, describe que los otros cuerpos los sepultó en el patio trasero justo abajo de las casas de sus mascotas según lo dice.