¿Que por qué se fue Macedo?
La salida de Alfonso Macedo de la dirección de la Biblioteca Legislativa, es una de las más acertadas decisiones que ha tenido, la 60 Legislatura del Congreso Local –además de la abrogación de la Ley del Issemym y otras reformas de ese calibre-, que casi de inmediato traerá beneficios para la Academia de la Facultad de Humanidades, pues de ese calibre era el nivel de obstrucción que a manera de “forma de vida o misión personal”, había adoptado el torvo señor Macedo desde hace muchísimos años en contra del cuerpo de investigadores de esa claustro de la UAEMex.
Pero lo peor de todo es que lo hizo apoyado en la bancada del PRI que solapó por años sus tropelías y otros que lo toleraron veladamente y no les quiero decir quien, pero se adivina ¿no?
Bueno, pues finalmente la bomba de tiempo explotó, jaló tanto el hilo y la paciencia de los investigadores, a sabiendas de lo que hacía, que solo era cuestión de tiempo y de que llegará una nueva conformación política para darle un vuelco a las cosas y que ¡zas!, la suerte de Macedo se acabara, pues como es sabido la Diosa de la Fortuna, suele ser tan caprichosa como la Rosa de los Vientos… y finalmente le llegó su hora.
Su salida se concretó a partir de la queja presentada por una investigadora cubana de apellido Céspedes, ante la Contraloría Interna del Poder Legislativo, a quien el funcionario obstruyo su labor una, otra y otra vez hasta el cansancio, como regularmente lo hacía y lo hizo con muchísimos, si muchísimos profesores, investigadores, académicos, periodistas y hasta alumnos de distintas carreras, a quienes sometía a prácticas dilatorias personalísimas -y que al paso del tiempo fue perfeccionando- para obstruir, dilatar o de plano obstaculizar investigaciones que requerían la consulta de documentos históricos como son los decretos, gacetas, reformas y leyes que resguarda la Biblioteca Legislativa. Por alguna razón enferma, su modus operandi era poner todas las trabas posibles, contra todos los osados que llegaran a sus territorios, donde él y solo él era perfecto, sabio y merecedor de consultar y tocar, no exagero, los documentos, no importando que los otros fueran Doctores, o Maestros o estudiantes de historia que llegaban con sus guantes y tapabocas como exigen hoy los protocolos.
Narrar aquí con detalles algunos de los pasajes que conocí de boca de algunas de sus víctimas me llevaría varias columnas, aunque puedo tratar de resumir. Por alguna razón sus “clientes” predilectos eran las estudiantes brillantes que llegaban por ahí de vez en vez, motivadas por alguna investigación y no obstante llevar requisitado y en oficio lo que requerían (casi siempre ya habían dado dos vueltas previas para conocer las exigencias de Macedo), éste las sometía a extenuantes interrogatorios que generalmente sobrepasaban los límites de la investigación. También les interrogaba sobre temas paralelos –que casi nunca conocían- sobre detalles históricos de documentos o monumentos, para dejar en claro, muy clara, su superioridad intelectual (“asegún”); otro vicio era hablarles muy mal, me cuentan, de sus maestros, el director o directora de la Facultad en turno e investigadores-escritores, a quienes no bajaba de tontos, insuficientes o estúpidos.
Algo común también era obligar a los estudiantes a seguirlo por las instalaciones de la biblioteca para mostrarles algunos de los documentos enmarcados en sus muros y cuestionarles sobre los mismos, otra oportunidad para marcar su supuesta superioridad. También era común que interrogará a los “interfectos ignorantes” sobre el contenido de las investigaciones en que participaban, para luego advertirles las fallas, “colmos” y “deficiencias evidentes” que tenían, como si al señor, me dicen, “se le hubiera pedido dictaminar las tesis o las investigaciones en curso”. Hasta eso tenían que aguantarle.
Pero eso no era todo, los recorridos obligatorios eran complementados con intervenciones directas y groseras en el estudio de los documentos que llegaba a facilitar, entrometiendo la mano para retirar de la vista el documento, darle la vuelta, moverlo, poner otro o, cosa horrible, ordenar a una de sus empleadas sentarse frente al estudiante o investigador y vigilarlo de frente a escasos centímetros, con reloj en mano. No exagero. Solía también evitar que tomaran apuntes, fotografías y prohibía las fotocopias, aunque hay equipo para ello en la Biblioteca y en algunos documentos recientes es posible hacerlo.
Antes, pedía oficios precisos del documento, fecha, día, hora, foja, tiempo de la consulta y más importante aún, tenía que llevar la firma de un director, y si era posible del rector mismo. Es decir, ir a hacer una búsqueda como tal, era imposible.
También gustaba de exhibir en público a su personal, con regaños, malas maneras y trato humillante y machista hacia secretarias, bibliotecarios y personal de seguridad.
La semana pasada, fui a realizar una investigación a la Biblioteca para buscar un decreto histórico de Isidro Fabela y ¡oh¡ sorpresa, me tropecé en la puerta con las cajas de los efectos personales de Macedo, a quien los guardias ese día, ya no le dejaron sacar ni pista de nada, ni entrar por supuesto. Casi lo echaron a patadas
Luego adentro, escuche como don Macedo quería seguir mangoneando por teléfono a las secretarias y ¡oh¡, lo mandaron a… ¡la Bio a la Bao a la Bim Bom Ba!!! ¡Te amamos Onoria!
PARA IRME
Nada, nada, nada está gustando en algunos círculos el extraño y peligroso juego que se trae el “gobierno panista de Morena” en Toluca, donde el alcalde, Juan Rodolfo Sánchez Gómez, está haciendo amarres con exalcaldes del PRI y ha estrechado vínculos con el gobernador Alfredo del Mazo.
Dicen que a Morena no le han caído para nada bien “las rarezas” de Juan Rodolfo y otros panistas me aseguran que todo está muy claro. JUANRO será el próximo candidato del PRI a la gubernatura ¿será?, a mí no me suena para nada extraño. Es una pena.