Los medios y los mercados, aliados desde siempre, han reaccionado con furia ante el anuncio de la cancelación de la construcción del NAIM en Texcoco por parte del presidente electo Andrés Manuel López Obrador.
Algunos anticipan devaluaciones, otros inflación, unos más fuga de capitales y otros las siete plagas del apocalipsis.
Desde luego no es que de pronto les vaya la vida en la decisión de dónde se va a ubicar el nuevo aeropuerto, en realidad están tratando de generar una semilla de incertidumbre y resentimiento social hacia el nuevo gobierno federal que entrará en funciones el 1 de diciembre.
De la construcción de un aeropuerto no depende la economía de un país y eso lo saben perfectamente los que han puesto el grito en el cielo por la decisión tomada vía una consulta popular que no era necesaria.
Lo sabe AMLO que ha tomado con calma la ‘bulla’ de los medios y lo sabe el actual gobierno que ha mantenido su bajo perfil autoaplicado desde el 1 de julio.
Conviene entonces analizar el tema al margen del ruido que intentan hacer los medios y los empresarios para desacreditar la decisión tomada y tratar de que el negocio de Texcoco sobreviva.
Por el negocio precisamente empezaremos. El aeropuerto en Texcoco no es el corazón de la economía de México ni la gran obra que nos va a volver un país competitivo mundialmente, en realidad es un negocio de unos cuantos súper empresarios asociados con políticos.
Esa es la realidad. Lo que están intentando es salvar el negocio de miles de millones de pesos que representa la construcción y la operación de esa nueva terminal aérea.
El negocio de la construcción consiste en inflar al máximo el costo de la obra (eso ya lo hicieron con una mano en la cintura al igual que el tren Toluca-México y nadie se escandalizó) para incrementar las ganancias de las empresas contratistas y la comisión (moche) de las autoridades del actual gobierno.
Internacionalmente está demostrado que construir el aeropuerto en Texcoco costaba tres veces menos que el presupuesto avalado por el gobierno de Enrique Peña Nieto, de tal manera que si la obra se hubiera ajustado a un costo real, en estos momentos seguiría su construcción sin ningún contratiempo. En realidad fue la corrupción lo que canceló el proyecto en el ex lago.
El problema fue que se avorazaron y la obra, igual que el tren de Toluca, se convirtió en un hoyo negro de dinero público. Lo que hizo López Obrador al cambiar el proyecto a Santa Lucía es quitarle a los empresarios y a la clase política priista el gran negocio del aeropuerto.
El primero de julio les quitó el poder político y ahora les ha quitado el poder económico, o al menos la rebanada más grande de ese pastel, la rebanada del aeropuerto que se construía con el dinero de los ciudadanos.
La obra y la operación del nuevo aeropuerto son una rebanada de miles de millones de pesos, pero también lo son las obras complementarias y los bienes raíces en los alrededores del Lago de Texcoco, que ya estaban en manos de políticos y empresarios que no calcularon que el vuelo se iba a desviar.
Por citar un ejemplo, los terrenos del llamado Bordo de Xochiaca, colindantes con lo que iba a ser el nuevo aeropuerto, fueron desincorporados, casi regalados, en su momento por el Congreso del Estado de México a favor de una empresa llamada Clat Bicenteneario, propiedad del Grupo Carso de Carlos Slim.
Lo mismo que los Tlateles de Chimalhuacán y los derechos de vía por donde se construye la autopista Bicentenario en Ecatepec.
El negocio se cayó, les cancelaron la gran fuente de dinero de este y del próximo sexenio, eso es lo que estamos viendo.
Nunca hubo una consulta, lo que vimos el domingo pasado fue solamente una pantalla para legitimar una decisión que estaba tomada desde la misma campaña cuando AMLO anunció que Texcoco se cancelaría y de ahí para acá todo ha sido un trámite.
El presidente electo tomó el control político del país desde hace un buen tiempo y ahora ha tomado las riendas del sector económico.
Dio este golpe en la mesa sabiendo que hay certidumbre en el entorno macroeconómico de México, por eso sonríe cuando habla del tema, sabe que la variación del dólar regresará más o menos a los mismos niveles anteriores al anuncio de la cancelación, sabe que los inversionistas no se irán, sino que simplemente se ajustarán a las nuevas reglas del juego, sus reglas.